Probablemente te hayas olvidado de mí. Los meses han pasado volando y no he tenido tiempo a sentarme y escribir. O quizá sí, pero no me ha apetecido. Ha pasado tanto desde la última vez que recibiste una carta mía que no sé por dónde empezar. Durante varios meses, he vivido en piloto automático porque era la única manera que sabía de seguir el ritmo de esta nueva rutina. He corrido tanto que el lunes mis pies se cansaron. Mis ojos también. Mi cuerpo entero estaba bajo mínimos. Siempre me digo que puedo un poquito más. Un pasito más, y otro. Hay que saber parar antes de que sea demasiado tarde y yo me lo he grabado con fuego esta vez.
Han pasado muchas cosas en estos meses. Mis marca páginas bordados han sido regalados en una boda, me fui a casa y no paró de llover. Y yo de leer. Volví a Luis Landero, a Zambra y a Lorca. Tuve conversaciones inesperadas que me hicieron reflexionar y otras tantas (muchas) en las que la risa era la protagonista. Abracé a mi abuela y le prometí que volvería pronto. En unos días estaré de vuelta. Mi vecino dio un concierto en el Auditorio Nacional y quiso invitarme. Se me erizó la piel al volver a escuchar Carmen de Bizet y el Bolero de Ravel. Me acordé de mis días en Sevilla, del salto tan grande que he dado y de lo agradecida que estoy de la vida que tengo ahora. Los ratitos al sol en la oficina, el café de las 15:30 y seguir escribiendo como siempre. Vencer miedos, conocer a personas casi cada día y dormir más de 8 horas (quien me lo iba a decir). Los minutos antes de que anochezca leyendo frente al Palacio Real, los tulipanes rojos y los días azules. Hacer yoga tres veces por semana, mi casa llena de flores y el olor a jazmín.
Últimamente he ido a varias presentaciones de libros y me he acordado de la Marta de hace un par de años cuando llegó a Madrid llena de ilusión y con los ojos muy abiertos para no perderse nada. Volver a mis camisas blancas, a los pantalones de lino, a las bailarinas doradas. El pelo más largo y ondulado que nunca y los rayos de sol en la cara. La piel dorada. La amabilidad de los que me rodean, sus abrazos y Gran Vía llena de libros otro abril más. Leo literatura infantil de Zambra y me fijo en su portada. Lleva conmigo varios meses y no me había parado a verla. Los libros y las raíces. La primera balda que llené con los míos fue en 2021 en mi primera habitación de Chamberí y cada cierto tiempo los vuelvo a mirar, a releer, a subrayar. Me gusta rodearme de ellos, me dan tranquilidad. Son parte de mí. Quizá, al igual que la ilustración del libro de Zambra, sea verdad que yo haya encontrado mi lugar en esta balda de la ciudad que me ha visto renacer. Quizá haya echado raíces. Qué bien.
Hasta muy pronto.
Marta Osuna.
Siempre es un gusto recibir estas cartas. Qué bien que estés de vuelta! ❤️