Ha llegado julio y Madrid sigue siendo un paseo agradable. El mismo camino que comencé hace justamente un año. En las últimas semanas ha llovido más de lo esperado, tormentas que lo inundan todo, pero el sol que aparece después hace que merezca la pena. A mí me reconforta la lluvia, lo admito. También me hace sentir segura llevar un libro en el bolso, pese a que la gran mayoría de los días no consiga leer ni una página hasta que llego a casa. Los primeros meses del año se me acumulaban los libros y las palabras se me atragantaban, pero una vez que he conseguido respirar conscientemente, el aire corre por todo mi cuerpo. Mi escritor favorito sigue siendo Delibes, aunque Luis Landero se ha hecho un hueco en mi corazón. “Lluvia fina” me caló muy hondo y “El balcón en invierno” me ayudó a entender muchas situaciones del pasado. Aún me acuerdo de la frase que apunté en un cuaderno cuando lo vi en persona por primera vez “Ese es el germen del amor, reconocerse entre la multitud”. Creo recordar que pertenece a “Una historia ridícula”, el cual no dejé de leer cada noche en el jardín de mi casa. Quizá ese sea el germen del amor, así que, agudiza la vista y mira bien, porque estoy segura de que llegará.
La semana pasada volví a Manuel Vilas y su peculiar manera de ver la vida. Aún estoy digiriéndolo. Quizá no haya sido un buen momento para leerlo. El primer libro que leí fue “Alegría”. No voy a mentir, me deje llevar por su portada y título porque pensé que sería eso, alegre. Nada más lejos de la realidad. Él habla de sus padres, de la muerte, de sus días y de la nostalgia del pasado. Al final, sí le encontré la alegría al libro, aunque fue complicado. Una alegría nostálgica. Mi tío quiso leerlo y le dije que no, que no le gustaría. No me hizo caso y, semanas más tarde, me dijo que sabía por qué no quería que lo leyese. A veces me sorprendo de cómo puedo llegar a conocer a alguien solo con observarle detenidamente. Ahora lo ha empezado mi madre. Tampoco creo que le guste, aunque sí sé que se detendrá en todas las frases que subrayé y las pensará en los caminos de vuelta a casa. La primera semana que llegué a Madrid me dijeron que era imposible que hubiese leído “Alegría” sin haber devorado antes “Ordesa”. Lo tenía pendiente desde octubre de 2021. Siempre digo que los libros hay que dejarlos reposar y llegarán justo cuando lo necesitas. Apareció de repente una tarde de junio y pensé que era una señal. Creo que no ha sido un buen momento, pero sí me ha enseñado a encontrar la belleza en los recuerdos. En mis futuros recuerdos.
Me regalaron ‘También esto pasará’ de Milena Busquets y me lo firmó en la Feria del Libro. Ella busca la ligereza en la vida, como muchos de nosotros, supongo. Hace un rato que lo terminé y calculo que he leído más de seis veces la frase ‘Todo irá bien’. Aunque Vilas me causó un dolor de estómago, un vacío y alguna que otra lágrima, Milena me ha sacudido como una ola inesperada. Otro vacío, otra manera de enfrentarse a una situación inevitable e irreversible. Todo irá bien.
Madrid sigue siendo un paseo agradable, sola y acompañada. Ahora sé que la vida es eso, caminar sin rumbo al atardecer. Signifique lo que signifique.
Marta Osuna.
Gracias