En 2019 hice, durante un mes, un curso de confección en una escuela de mi ciudad. No aprendí mucho, pero me dio la fuerza y la seguridad para coger una máquina de coser sin la ayuda de mi madre. Era una época en la que todo a mi alrededor estaba cambiando y yo lo único que sabía era que la costura me daba eso que no encontraba y que, por tanto, me faltaba. Lo mejor es que yo era la única que podía llenarme con mis propias manos. Paso a paso, puntada tras puntada. Así es como se llega lejos. Siempre he sido una persona muy impaciente, nerviosa y quien me conoce sabe que suelo mover la pierna izquierda cuando me toca sentar y esperar. Normalmente uso el móvil para distraerme, aunque últimamente llevo un libro en el bolso para apaciguar la respiración. A veces lo consigo, otras, no tanto. Una profesora del curso, a la que le guardo un especial cariño, una mañana me dijo que ‘La costura requiere mucha paciencia’. Si quería coser, primero debía aprender el arte de la calma, del saber esperar. Todo requiere su tiempo y, por tanto, yo también debía dármelo si quería seguir y coser mi camino, como el libro de Delibes.
Cada vez que entro en la vorágine de este caos que es Madrid me acuerdo de estas palabras que mi profesora de confección me dijo esa mañana de julio. ‘La costura requiere mucha paciencia’. Me lo suelo decir mucho y mi madre me lo repite cada vez que me ve sentada en la cocina cosiendo o bordando en silencio. Quién me lo iba a decir. Yo me lo aplico a todos los ámbitos de la vida, y es que, desde la calma, se vive mucho mejor.
Al final, los mejores consejos te lo dan quienes menos te esperas, cuando más lo necesitas.
Marta Osuna.
Bonito
Me encanta