Un mes de cambios.
Hace mucho que no me paso por aquí. Empecé febrero con muchos nervios y una sonrisa de oreja a oreja y, en tan solo un pestañeo, ya ha pasado más de un mes. Disfruto de cómo la flor del almendro comienza a teñir de rosa las calles de Madrid, de cómo el sol nos calienta las mejillas y sonrío al notar que lo días son cada vez más largos. Escribo esto desde la tranquilidad de mi casa, cuatro paredes a las que por fin considero hogar. Mi hogar. Esta ciudad me transmite una tranquilidad que jamás había experimentado. O quizá sea yo, que me siento segura, en paz. Quién sabe. Desde hace tres años, cada paso gigante que doy en mi vida, sucede en febrero. No me había dado cuenta hasta ahora, que me ha dado por mirar todas las fotos que he ido haciendo desde que vivo en esta ciudad. Los sueños. Mes de cambios, de muchas risas, muchas prisas y mucho (pero que mucho) trabajo. Cada mañana cruzo Gran Vía con mucha alegría porque me encuentro con mi compañero de autobús, un niño que adora la música electrónica y que su asignatura favorita del cole es inglés. Antes de bajarse, su madre me saluda desde lejos y él me abraza. No sé como empezamos a hablar, solo sé que me busca entre la gente a las 8:30 para que hablemos de sus canciones favoritas y yo cierro mi libro. A mí, que me cuesta hilar dos palabras seguidas a primera hora.
Llevo todo el verano autoconvenciéndome de que ‘la vida ordena’. Lo he dicho por activa y por pasiva, lo reconozco, pero es que ha sido un proceso de reconstrucción y reordenación tan grande que lo único que me ha salvado durante estos últimos meses ha sido saber que, con tiempo, mi hogar en vida comenzaría a respirar con calma, tal y como hace ahora. ‘La vida ordena’. Ya no corro tanto, prefiero andar para disfrutar del camino. Me cuesta escribir, he perdido la costumbre y eso me entristece. Tampoco leo tanto como me gustaría, es cierto. A principios de año me puse un objetivo que quizá no cumpla, pero sí he tachado varios que me hacen infinitamente feliz. Si algo he aprendido este verano es a escucharme, quererme y a darme mi tiempo. Sé que suena a lo de siempre, pero creedme que la vida te cambia cuando comienzas a pensar en ti, en tu bienestar y en el de todos los que te rodean. Yo he ordenado cajones que llevaban años cerrados, he hecho reforma y he sacado todo lo que no me hacía bien. Con el tiempo, paciencia y esfuerzo, tu vida se ordena.
Hace unas semanas vino una de mis mejores amigas a casa. No paramos de reír, cantar y hacer todo eso que tanto nos gusta: hablar, hablar y hablar. Coincidía con la última Gala de Operación Triunfo y celebramos la victoria como si fuese la nuestra (y eso que era la segunda que veíamos). Recuerdo que hubo un punto en el que ambas, con una copa de vino en una mano y palomitas en la otra, nos preguntamos si estábamos a gusto con la vida que teníamos. Yo sí, ¿y tú? Cerré los ojos como quien está frente a una tarta llena de velas segundos antes de pedir lo que ojalá se cumpla en ese año y supe que no necesitaba nada más. Los sueños, la vida.
Gracias a todos.
Marta Osuna.